Vivimos en un mundo lleno de contradicciones: más conectados digitalmente que nunca, pero más solos al mismo tiempo, con toda la información al alcance, pero con mayor confusión sobre qué hacer con ella. Es por esto que, en medio de este caos, el derecho no puede ser solo un conjunto de normas frías y artículos legales. Tiene que ser algo más: un refugio, una guía, una voz que entienda que detrás de cada conflicto legal hay una historia humana.
¿Por qué importa la experiencia en los profesionales del derecho? Porque la vida no es un libro de leyes…
No es lo mismo saber la teoría que vivirla. Un abogado con experiencia profesional y personal, no solo conoce el Código Civil y Comercial, comprende que detrás de cada caso hay una historia, un dolor, una esperanza. Entiende lo que duele una herencia cuando, tras la muerte de un ser querido, los hermanos pasan de compartir recuerdos a pelear por dinero, y que una disputa por una herencia no es solo un porcentaje, es el último vínculo con un ser querido que ya no está. Sabe también que, en un divorcio, por ejemplo, más allá de los bienes, hay heridas que no se reparten en un juzgado. Comprende que un despido injusto no es solo un cálculo indemnizatorio, sino el sustento de una familia.
Luchar por lo justo no es solo aplicar la ley, es comprender el dolor, la rabia y la esperanza detrás de cada caso. Si bien es cierto que son los jueces dentro del Poder Judicial los que tiene el poder de decisión, de si algo es justo o no, es tarea y merito de los profesionales del derecho, poder encontrar una solución de manera adecuada a un reclamo especifico, a fin de lograr la satisfacción de los intereses y derechos de nuestros clientes.
Lo que nos lleva a tener la posibilidad de elegir un buen abogado/a. Y entonces…. ¿Qué define a un verdadero profesional del derecho en la era de la tecnología?
Estamos atravesando un contexto que podría llamar “la cultura de la inmediatez”, donde todo parece estar al alcance de nuestras manos, donde lo superficial es tan bello como efímero, y un buen abogado/a no es el que más códigos memoriza, o habla con cierto tecnicismo inentendible para la mayoría de las personas, sino el que sabe escuchar, adaptarse, conectar, acompañar y encontrar soluciones.
El derecho empieza a doler cuando lo frío arrasa con lo humano, cuando los problemas de las personas se transforman en expedientes, los dolores como meros trámites, y las crisis como simples “casos”. Las leyes estan escritas, sí, pero la vida se escribe en realidades que traen aparejadas lágrimas, sudor y noches sin dormir, lo que termina acarreando un problema de salud y dolor, que supera abismalmente lo que se decide en un juzgado.
Lo frío y lo tibio aplastan lo único que verdaderamente importa: la realidad de la persona que está atravesando un problema. Porque en definitiva esa es nuestra tarea como profesionales, resolver problemas, y para estar a la altura de eso, se necesita mucho más que conocimientos legales.
¿Qué definiría a un buen profesional del derecho en la actualidad y cómo saber si estás eligiendo bien?
Antes se decía que “un buen abogado es el que más leyes sabe”. Sin embargo, hoy eso no es suficiente. Las normas están en los códigos, pero resolver problemas reales de las personas requiere habilidades que no se aprenden en los libros.
Lo esencial es invisible a la virtualidad. Las demandas se presentan online, pero las lagrimas la sufren personas de carne y hueso. Las sentencias son Pdfs, pero las consecuencias las sufren las personas humanas.
Un buen profesional del derecho debe:
✅ Tener experiencia real en el ejercicio de la profesión.
No es lo mismo haber estudiado mucho que haber trabajado en casos concretos. Tampoco es igual desempeñarse en el ámbito público que en el privado, o ser parte del sistema judicial, que llevar casos de manera independiente. La práctica hace la diferencia.
✅ Saber adaptar el conocimiento a cada situación.
No todos los casos son iguales, ni todos los clientes necesitan lo mismo. Un buen abogado no solo aplica la ley, sino que analiza el contexto, las necesidades del cliente y busca soluciones creativas y efectivas.
✅ Trabajar en equipo con otros especialistas.
Ningún abogado puede saberlo todo. Un profesional integral sabe cuándo derivar o colaborar con otros expertos (contadores, mediadores, psicólogos, etc.) para ofrecer un servicio más completo e integral.
✅ Tener inteligencia emocional y buena comunicación.
El derecho no se trata solo de normas, sino de personas. Un buen profesional sabe escuchar, gestionar emociones, y explicar las cosas con claridad (sin abrumar con lenguaje técnico innecesario).
✅ Generar confianza y empatía.
Al final, contratar a un abogado es depositarle un problema que, muchas veces, es personal, familiar o financiero. Si no hay confianza, difícilmente haya una buena estrategia legal.
✅ Sabe cuándo el derecho no es la única respuesta – Hay situaciones donde la ley no alcanza y las sentencias judiciales no satisfacen las necesidades de las personas. Es crucial identificar cuándo es necesario que intervengan otros profesionales.
Un buen abogado no solo resuelve conflictos legales, sino que te ayuda a transitarlos con menos angustia. En este lugar vas a encontrar la unión entre conocimiento, experiencia y humanidad.
Eva M. Alem. Abogada.
